Dicen que la soberbia es una mala consejera. Carles Puigdemont, presidente de la Generalitat de Catalunya, en su carrera hacia el precipicio "democrático" ha querido mostrar a una parte de la ciudadanía catalana que en Catalunya, él es quien lleva la corona.
Al día siguiente y a la misma hora del discurso del Rey ha querido escenificar, como si fuera un jefe de "estado" que él está por encima del Estatuto, la Constitución y de lo que haga falta. Mientras dice ofrecer diálogo él sigue con su intención de proclamar la independencia el próximo lunes. Pero no lo hará desde el balcón de la Plaza de Sant Jaume sino desde el Parlament de Catalunya con los votos de la bancada independentista para que pringuen todos y buscar esa legitimidad parlamentaria con la que vestir de legalidad, una vez más, la declaración de independencia, que significa, de nuevo, el desacato a las leyes, las instituciones y el Estado. Esto lo hace invocando a la libertad, la Constitución y la democracia que él ha pateado en múltiples ocasiones.
Mientras, la Iglesia, una vez más, se erige como tabla de salvación de los que en más de una ocasión han hablado de la necesidad de un estado laico. Ahora resulta que recurren a ella para que haga de mediadora entre el gobierno catalán y el español. Junqueras, el vicepresidente catalán, asiduo a las misas de la basílica de Montserrat va a jugar un papel importante en esta operación bendecida por el Montserrat. ¿Verdad que esto rememora una etapa muy dolorosa de la historia reciente de España? ¿Dirá alguna cosa la CUP de esta situación o es también un acto patriótico?
Cuando estalló la Guerra Civil, la mayoría de la jerarquía eclesiástica se puso de parte de los militares rebeldes y traicionó a la República. Como su postura no fue entendida, la Iglesia justificó su apoyo a la dictadura de Franco alegando que la Iglesia estaba siendo perseguida y que el pueblo español era católico en su inmensa mayoría, por lo que la respuesta bélica era obligada, justa y necesaria. Una situación realmente sorprendente en los tiempos que corren y por los protagonistas de la misma. ¿Será verdad que los extremos se tocan?
Diálogo y mano tendida están siendo una mentira maquillada por unos gobernantes que hace mucho tiempo que se han tirado al monte. Presidente, así no. No se puede estar en misa y repicando.
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