Joan Planellas Barnosell, cura independentista de Jafre, acaba de ser nombrado Arzobispo de Tarragona. A todos los efectos protocolarios y ejecutivos, un primado de las Españas, que es el rango que le corresponde a la Sede de Tarragona -según una muy remota tradición confirmada por el Papa León XIII, cuyo mandato, el que hacía el número 256, duró nada menos que 25 años, entre 1878 y 1903-.
La designación del Papa Bergoglio ha causado estupor, no solo en Catalunya, donde había acumulado el añadido de non grato entre la feligresía del lazo amarillo, muy cabreada con sus anteriores nombramientos de purpurados, ninguno de ellos de origen catalán- dos valencianos, un aragonés y un mallorquín en su reciente haber- que mostraban una predisposición hacia la neutralidad militante en el vidrioso tema del procés, que ahora se ha quebrado radicalmente al escoger a un militante independentista como pastor de un país que toma nota del giro del pontífice y de su nueva actitud en este y otros temas de vidrioso contenido, como el traslado de la momia del Dictador Franco a una nueva y definitiva ubicación y, sobre todo, las propiedades que la Iglesia Católica española ha registrado como propias en numerosos pueblos de España para escandalazo de todos los feligreses católicos y no católicos.
Hace tan solo una semana el mismo Papa Francisco anunció que tenía serias dudas de una nueva visita a nuestro país, que todos hemos interpretado como una nueva presión al Gobierno Socialista para que no derogue el Concordato vigente que, como todo el mundo sabe, mantiene al Estado laico español como una colonia del Estado Vaticano, no solo en lo religioso, sino, sobre todo, en el aspecto terrenal, donde las ventajas fiscales y las cuotas en el IRPF de la Iglesia Católica son tan escandalosamente inasumibles en pleno siglo XXI que ya nadie espera que un Gobierno digno pueda, en un futuro próximo, seguir manteniéndolas sin que se le caiga la cara de vergüenza constitucional.
A Dios lo que es Dios, y al César lo que es del César, dijo el que más sabe, y si ello no gusta al actual pastor de la Iglesia Católica pues ¡qué le vamos a hacer! Lo que no vale es eso de hacer política con lo espiritual, especialmente cuando muchos catalanes estamos intentando recomponer la convivencia que desgraciadamente hemos perdido.
Por lo tanto, si no procede nombrar solo obispos no catalanes en Catalunya, tampoco lo es mezclar a un destacadísimo y sectario activista político, como lo es el hasta ahora cura Planelles, con el único fin de desestabilizar a un país, aprovechándose de que este cometió el vergonzante error durante muchos siglos de su historia de defender a Roma y a su papado con la comunión de la Cruz y la espada. ¿Cuántos muertos propios y ajenos nos ha costado esa alianza; y ahora, qué es lo que quiere el Vaticano? ¿Mantener sus privilegios a toda costa?
Santidad, métaselo en la cabeza, eso ya es el pasado y lo que toca es volver a los orígenes. Así que, háganos el favor de reflexionar sobre la decisión tomada.
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