Hay que salir a comunicar a toda la ciudadanía que estamos preparados para que la juventud no siga viviendo en la precariedad y ocupe su espacio en las priorizaciones sociales, al igual que las mujeres, los inmigrantes, y las diversas culturas. Lucharemos por un mundo sin opresiones y haciendo de lo complejo algo más sencillo porque haremos del diálogo nuestra forma de convivir.
En esta convocatoria electoral debemos dar un paso más. Un paso más en nuestro compromiso por mejorar la gobernabilidad de nuestras ciudades y trabajar eficazmente en la gestión de la sostenibilidad de nuestro planeta,para detectar si existen bloqueos en el funcionamiento del flujo eficiente en los servicios públicos y cómo nos distanciamos o avanzamos con los valores medios de los países más eficientes y con más calidad de sus instituciones.
Y en este proceso no podemos olvidar el papel protagonista de la Función Pública, ese Leviatán que devora a las administraciones públicas y que debe organizarse a los ritmos que demanda esta sociedad que vive en los vértigos de lo virtual, porque de lo contrario, estaremos en una situación peligrosa y con unos bloqueos del sistema que con tanto acierto nos describen Dahlström y Lapuente, y que nos señalan los caminos para superar la falta de flujos, estímulos y evaluaciones. Entre las muchas recomendaciones, nos indican estos autores, que tenemos pendientes de abordar un equilibrio entre políticos y burócratas para que se produzca la deseada calidad institucional en el gobierno de lo público.
Hay que luchar contra los que pretenden cambiarnos el almapara hundirnos en la apatía, y que el desinterés llegue y contamine a nuestra juventud, porque ese consumo contaminante se ha apoderado con más facilidad de los más asequibles. Una víctima es el sistema educativo, porque así lo ha impuesto el poder, como un objetivo general para destruir el alma rebelde de la juventud, y trasplantarnos su alma durmiente.Y es precisamente esa quiebra estructural la que nos lleva a la crisis actual del sistema. Un sistema decadente como nos dice Streeck, que nos conduce con sus tensiones y contradicciones a una quiebra estructural de la economíaviviendo momentos de turbulencias sistémicas producidas por la falta de calidad de sus instituciones. Y a la luz de esa inestabilidad es desde donde tenemos que abordar el análisis de la decadencia.
Una decadencia y un sistema que muchos autores esperaban ver caer en vida, así por lo menos lo expusieron Marx y Engels, Sombart, Keynes, Schumpeter o Polanyi, porque todos, de una forma u otra, esperaban ver el final. Y hoy, la economista y humorista del Huffington Post, Marta Flich, nos ilustra en su reciente libro del término“necroeconomía”por sus consecuencias destructivas.
Si lo analizamos desde otras perspectivas, ni las teorías estructuralistas, ni la sobreproducción o el subconsumo, o la caída de las tasas de ganancia, o la saturación de los mercados y las necesidades que nos explicaba Keynes, o la creciente resistencia a la mercantilización cada vez mayor de la vida y la sociedad que nos dice Polanyi, ni tampoco el estancamiento tecnológico del que nos dice Kondraitieff, ni siquiera el bloqueo de mercados de Hilferding o la supresión burocrática de Weber. Nada ha sido capaz de llevarlo a la tumba. Porque el capitalismo es esencialmente crisis. Una sucesión de crisis permanentes que se salva la mayoría de las veces por vías imprevisibles y muchas veces involuntarias.
Esa suerte no quiere decir que se perpetúe, porque muchas veces que ha estado al borde del colapso no lo han salvado las nuevas teorías, sino los desastres que se han cruzado en el camino. Streeck nos aconsejaque no abusemos de esa suerte macabra y estemos preparados porque no sabemos las posibilidades que tenemos para la próxima crisis del sistema. Nadie sabe si la caballería llegará a tiempo, porque el galope de la historia no siempre llega cuando se desea. El capitalismo nos dice Collins, está sometido a una debilidad estructural, es como un edificio con aluminosis en su ADN, y esa debilidad ha afectado tanto a los que se reúnen en Davos como a los que se reunían en Porto Alegre. Tendremos que mirar en otra dirección.
Desde la democracia participativa queremos alertar de esa antiquísima falacia, algo que hoy ha surgido como una erupción en la política y estamos inmersos en esa trampa de confusión, como es, el determinismo social, conformarnos con la desigualdad, o las discriminaciones por el género, la etnia o la religión. Vivimos unos escenarios políticos que pretenden presentar visiones del pasado, como un elemento de seguridad, con el efecto de recuperar los recuerdos del “vintage” de una política de añoranzas como si del mundo feliz de Huxley se tratara.
Sin embargo, quiero afirmar que de ese “mundo feliz” hemos salido los disidentes para avanzar en la creación de las ciudades sin miedos, con sociedades más justas en donde las oportunidades impulsen a emprender y empoderar las capacidades personales y colectivas que nos lleve a la innovación en lo público y en lo privado. Y es entonces cuando se podrán alcanzar metas de posibles igualdades, porque ese es uno de los retos del siglo XXIpara no caer en la triple crisis: social, de igualdad y de medio ambiente, como ha puesto de manifiesto Naomi Klein, con la aparición de una evidente distopía que hace desaparecer los factores de seguridad y de cohesión social.
La República, decía Ortega y Gasset, necesita de todas las colaboraciones, las mayores y las ínfimas, porque necesita -queráis o no- hacer las cosas bien, y para eso todos somos pocos. La revolución del poco a poco conseguirá que esta sociedad en su conjunto sea más inteligente que el individualismo destructivo que pretende con evidente irresponsabilidadnegar que la vida es un caminar por la esperanza.Vota dando un paso más por la democracia participativa.
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