Tiene mandangas que sea el Primer Ministro de Portugal el que diga que el discurso de los holandeses sobre la España del coronavirus es repugnante. Mientras en Moncloa, silban y esperan, ¿a qué?, ¿a cumplir aquel viejo dicho galego que dice, “y si te mexan di que chove”?.
Holandeses y alemanes son la escoria de Europa. Ahora, se van a tomar dos semanas para pensarse las propuestas de Francia, Italia y España que encabezan la familia de la eurozona más solidaria y reivindicativa. Esa, que para los ricos holandeses es una fábrica de vagos e indolentes ciudadanos de segunda. A los holandeses uno ya es capaz de entenderlos, porque siempre han sido unos mercaderes de lo ajeno porque tienen un país pequeño, maloliente y escaso en recursos propios, por lo que se ven obligados a comerciar al dos por ciento del tendero de la esquina: compro a 100 y vendo a doscientos. Así se enriquecen y ahora dicen llamarse Países Bajos para que nos olvidemos de tanto negocio oscuro y mezquindad social.
¿Y los alemanes…?. Causantes de dos guerras mundiales con millones de muertos, que hace dos días eran dos estados y a los que hemos ayudado a reunificarlo en uno solo, con la pasta común, ¿cómo pueden haber pasado de decirse la locomotora de Europa a convertirse en el tío Gilito de todos los europeos?.
Me da a mí que eso de la Unión europea es ya solo un espectro que se pasea por Bruselas en las noches de luna llena asustando a ancianos y niños, mientras la Santa Compaña del Coronavirus se dirige en larga hilera doliente de miles de personas hacia el Purgatorio de los pobres. Son los desheredados de esta tragedia incontenible. Los ricos, alemanes y holandeses ellos todos, son menos multitud, pero también se van, pero éstos, eso sí, a otro destino diferente: al de los usureros,… o sea, al infierno .
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