Cuando se aproximan las elecciones municipales, los candidatos que aspiran a presentarse, y ya gobiernan, se vuelven más activos: proyectos, obras, declaraciones de cualquier tipo que puedan beneficiarles, aunque algunas de ellas no se cumplan, es igual piensan que la gente se olvida rápidamente de lo que han dicho. Claro que hay dos cosas para que eso no ocurra: la memoria de muchos y las hemerotecas que son implacables para esos políticos.
Estos días la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, que no pierde la oportunidad de ser noticia, hacía unas declaraciones en las que pedía rebajar de la T-Usual al 50%. Para quienes no hagan uso de ella, la T-usual es la tarjeta de transporte público más utilizada que permite moverse por Barcelona y las ciudades cercanas del primer cinturón. Es una propuesta que cala entre los usuarios, pero que la propuesta la he hecho sin tener en cuenta a la Autoridad Metropolitana del Transporte (ATM) que es el organismo que decide la subida, las “bajadas” o congelación de tarifas. ¿Quién conforma la ATM? La Generalitat con un 50%, el Área Metropolitana del Transporte con un 25% que preside la socialista Laia Bonet y el ayuntamiento de Barcelona, con otro 25%. Pues ninguno de los dos representantes de la entidad habían sido informados de la “idea” que le rondaba a Colau. Los medios de comunicación han sido los encargados de darles la noticia que les ha cogido de sorpresa, no es para menos.
La “sorpresa” de la alcaldesa ha indignado al conseller Puigneró quien no ha dudado de tachar la proposición de electoralista. Como de números no sabe mucho Colau, el conseller le ha preguntado si tiene ella 50 millones de euros que es lo que costaría la rebaja. Una genialidad de la alcaldesa, que para el Conseller no es viable dada la economía de la entidad. Mientras, Laia Bonet calla para no liar la troca en el gobierno municipal, aunque no le ha hecho ninguna gracia la salida de tono de la alcaldesa, que no es la primera vez que lo hace, ni será la última.
Colau fue candidata a las elecciones del 2015 y a las del 2019, que dijo en aquel entonces que serían las últimas dado que el código ético de su formación así lo contempla. Entrado ya en su segundo mandato, eso de cumplir el código ético no va con ella y afirma que en el mismo se refleja que se puede presentar a otras en situaciones “excepcionales”, argumento que ella esgrime ahora. Lo que sucede es que las encuestas no son nadas buenas y una buena parte de la gente que la apoyaba la tiene ahora en contra por el cambio de actitud, por las promesas incumplidas y porque no dice una verdad así le pisen el callo.
De su propuesta de la “democracia participativa”, ha quedado solo en aquellos temas que le interesa a ella y a su equipo. ¿Ha preguntado a los vecinos si quiere el tranvía por la Diagonal? ¿Ha consultado a los vecinos de Sant Andreu sobre el nuevo sistema de recogida de basura que tanto malestar a generado? ¿Ha contado con los sectores afectados sobre la instalación del Hermitage? ¿Ha cumplido con la promesa de construir más viviendas sociales? La respuesta a todas y otras preguntas es no. Se ha dejado muchas promesas en el tintero. Aun se recuerda cuando ganó las primeras elecciones y se desató la preocupación en algunos sectores. Ella afirmaba: “solo deben temernos los corruptos y los especuladores que quieran vulnerar derechos y no pagar impuestos". ¡Qué gran frase! Que como otras no se cumple ¿Por qué sigue contratando a una empresa como INIPRO y sus satélites que está siendo investigada? Es que al final, Colau es una magnifica actriz que actúa en cada momento como mejor le parezca siempre y cuando pueda sacar partido. “La política no es asunto propio ni de filósofos ni de moralistas; la política es el arte de sacar de una situación determinada el mejor partido posible”, afirmaba el político y escritor francés Maurice Barres. Lo malo del asunto para ella es que tiene que producirse un milagro-ella no cree en eso- para que vuelva a ser alcaldesa si es que se presenta en las elecciones del 2023 .
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